¿Podemos evitar que el reconocimiento facial permita un estado de vigilancia?

Los investigadores han estado buscando tecnologías de reconocimiento facial desde la década de 1960, pero sólo ha sido en los últimos años que estos sistemas se han vuelto tan alarmantemente capaces. Las redes neuronales capaces de igualar caras a través de miles de características con una precisión superior al 98 por ciento, así como una explosión de conjuntos de datos de entrenamiento disponibles, han alimentado la reciente serie de avances del campo. Sin embargo, a pesar de que estos algoritmos pueden detectar a una persona usando imágenes de cámara de seguridad de baja calidad, siguen siendo terribles en diferenciar entre personas con tonos de piel más oscuros.

Los sistemas de reconocimiento facial no son malos. Ofrecen comodidad a las personas, como puede atestiguar cualquier usuario de Apple Face ID, así como acceso de seguridad rápido y sin problemas. A menos que estés atrapado en un thriller de acción de Nick Cage-John Travolta, nunca tendrás que preocuparte de que alguien obtenga acceso no autorizado a tus dispositivos. La tecnología también ha demostrado ser una ayuda para las fuerzas del orden, ya que permite a los oficiales localizar más rápidamente a los sospechosos, como hizo la policía de Nueva York con un violador armado en agosto pasado, o identificar a los niños perdidos y a los ancianos. Diablos, incluso la estrella del pop Taylor Swift usa la tecnología en sus shows para frustrar a los acosadores.

Pero la misma potencia y versatilidad que hace que el reconocimiento facial sea tan útil es lo que lo hace tan peligroso. El gobierno autoritario de China ha utilizado durante mucho tiempo la vigilancia masiva y el reconocimiento facial para vigilar a sus ciudadanos. El Met de Londres la semana pasada siguió el ejemplo, anunciando que formalizará su uso del controvertido sistema ClearView que puede rastrear a las personas en tiempo real. Varias

organizaciones policiales estadounidenses están igualmente deseosas de instalar o, en algunos casos, ampliar sus capacidades de vigilancia a expensas de la privacidad de sus ciudadanos y erosionar las libertades civiles. Y, sin embargo, a pesar de las deficiencias de la tecnología en cuanto a precisión y potencial masivo de mal uso, solo un trío de estados han tratado de detener su adopción. Para bien o para mal, el reconocimiento facial no va a desaparecer; ahora se trata de cuánto daño sufrirá antes de que nuestros líderes electos traten de restringirlo.

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